Dr. Jorge Arturo Rodríguez Reyna
Continuamente nuestros hermanos protestantes dicen que los católicos no oramos, sino que rezamos. Lo que critican es que algunas de nuestras oraciones – porque oración es dirigirse a Dios, simplemente – son aparentemente repetitivas, y nos mencionan como principal ejemplo el Rosario, en el cual se repite, mientras se medita el Misterio respectivo, una decena de Avemarías. Nuevamente, y como en los casos anteriores, su error parte de una interpretación equivocada de la Biblia. En ésta, encontramos varios ejemplos de cómo en algunas ocasiones uno se puede dirigir con ruegos o plegarias repetidas a Dios. Lo que interesa es con qué corazón las elevamos a El. Si hay fe y buena intención, Dios nos sabrá escuchar. Y para que no queden dudas, incluso encontramos que el mismo Jesús repetía las mismas palabras cuando se dirigía al Padre. Si aplicáramos el mismo criterio de nuestros hermanos separados, probablemente también habrían criticado a Jesús, por orar con palabras repetidas, como veremos en los textos referidos a su agonía en el huerto de los Olivos:
2 Cr 29.30 Después el rey Ezequías y los jefes mandaron a los levitas que alabaran a Yavé con las palabras de David y del vidente Asaf.
Vemos que el pueblo judío alababa a Yavé, REPITIENDO las oraciones compuestas por David (los salmos) e incluso las de un profeta llamado Asaf, como nos lo dice claramente la cita anterior.
Mt 20.30-31 Comenzaron a gritar: ‘¡Señor, hijo de David, ten compasión de nosotros!’. La gente les decía que se callaran, pero ellos gritaban aún más fuerte: ‘¡Señor, hijo de David, ten compasión de nosotros!’.
Mc 10.47-48 Empezó a gritar: ‘¿Jesús, hijo de David, ten compasión de mí!’. Muchas personas trataban de hacerlo callar. Pero él gritaba con más fuerza: ‘¡Hijo de David, ten compasión de mí!’.
Lc 18.38-39 Entonces empezó a gritar: ‘¡Jesús, hijo de David, ten compasión de mí!’. Los que iban delante le levantaron la voz para que se callara, pero él gritaba con más fuerza: ‘¡Jesús, hijo de David, ten compasión de mí!’.
Los textos anteriores nos muestran a los ciegos clamando a Jesús, diciendo REPETIDAMENTE: “¡Jesús, hijo de David, ten compasión!”. A pesar de que la gente que los rodeaba los querían hacer callar, ellos insistían con la misma súplica, usando las mismas palabras. Pese a todo, Jesús se apiada de ellos y les concede la vista. ¿Dónde queda entonces la crítica a nuestro rezar, según el argumento de los hermanos protestantes?. Si Jesús tuviera el mismo criterio de nuestros hermanos separados, probablemente no hubiese prestado atención a la oración de los ciegos, pero vemos que no fue así, pues Dios no mira tanto las palabras, sino el corazón con que oramos.
Mt 26.30 Después de cantar los salmos, partieron para el monte de los Olivos.
Mt 6.9 Uds. pues recen así: Padre Nuestro, que estás en el Cielo, santificado sea tu Nombre, …
Lc 11.2-3 Les dijo: ‘Cuando recen, digan: Padre, santificado sea tu Nombre, venga tu Reino. Danos cada día el pan que nos corresponde …’
Mt 26.44 Los dejó, pues, y fue de nuevo a orar por tercera vez repitiendo las mismas palabras.
Mc 14.39 Y se alejó de nuevo a orar, repitiendo las mismas palabras.
El mismo Jesús, en el grupo de sus discípulos rezaba, pues repetía con ellos, las palabras de los salmos. Incluso, no olvidemos que nos enseñó la oración del Padre Nuestro: cada vez que lo hacemos estamos rezando, pues repetimos la oración que Jesús mismo nos dejó para dirigirnos al Padre. Por último, Jesucristo en su agonía en el huerto de Getsemaní rezó, pues como dicen los textos bíblicos “se alejó de nuevo a orar, repitiendo las MISMAS palabras”. Dicho de otra forma: Jesús rezó.
Ap 4.8 Los Cuatro Seres Vivientes … no cesan de repetir día y noche: Santo, santo, santo, es el Señor Dios, el Todopoderoso, que era, es y ha de venir.
Ap 4.9-11 Cada vez que los Seres Vivientes dan gloria, honor y acción de gracias, … los veinticuatro ancianos se arrodillan, … adoran, … diciendo: Vuelvan a ti, Señor y Dios nuestro, la gloria, el honor y el poder, pues tú lo mereces.
Por último, podemos ver que incluso en el Cielo, se realiza oración rezando. Los poderes y potestades celestiales alaban a Dios repitiendo sin cesar las mismas palabras, como leemos perfectamente en el libro del Apocalipsis.
Ad mayorem Dei gloria
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